No muchas veces el protagonista de una película es un mero espectador de los acontecimientos; en este caso Ahmed Ibn Fahdlan (Antonio Banderas) es un simple observador y su influencia en la historia es casi nula. Por eso el gran mérito de esta cinta es el de crear intensas emociones y hacernos identificar con Ahmed, aún cuando gradualmente vamos notando su escasa aportación en el devenir argumental.
Nosotros como audiencia aprendemos con Ahmed; el entorno en el que se va adentrando y vamos entendiendo los riesgos y lo que está en juego en esta comunidad nórdica.