Por qué tiene todo el sentido que Sylvester Stallone no ganara el Oscar

Rocky: I can't do it.

Adrian: What?

Rocky: I can't beat him.

Adrian: Apollo?

Rocky: Yeah. I been out there walkin' around, thinkin'. I mean, who am I kiddin'? I ain't even in the guy's league.

Adrian: What are we gonna do?

Rocky: I don't know.

Adrian: You worked so hard.

Rocky: Yeah, that don't matter. 'Cause I was nobody before.

Adrian: Don't say that.

Rocky: Ah come on, Adrian, it's true. I was nobody. But that don't matter either, you know? 'Cause I was thinkin', it really don't matter if I lose this fight. It really don't matter if this guy opens my head, either. 'Cause all I wanna do is go the distance. Nobody's ever gone the distance with Creed, and if I can go that distance, you see, and that bell rings and I'm still standin', I'm gonna know for the first time in my life, see, that I weren't just another bum from the neighborhood.

 

Rocky: No puedo hacerlo.

Adrian: ¿Qué?

Rocky: No puedo vencerlo

Adrian: ¿A Apollo?

Rocky: Si. He estado caminado y pensando. Es decir, ¿a quién estoy engañando? No estoy nisiquiera en la misma liga que este tipo.

Adrian: ¿Qué vas a hacer?

Rocky: No lo sé.

Adrian: Trabajaste tan duro

Rocky: Si, pero eso no importa. Porque era un don nadie antes

Adrian: No digas eso.

Rocky: Vamos Adrian, es verdad. Era un don nadie. Pero eso no importa ¿sabes? porque estaba pensando que realmente no importa si pierdo esta pelea. Tampoco importa realmente si este tipo abre mi cabeza. Porque todo lo que quiero hacer es llegar hasta el final. Nadie ha llegado hasta el final con Creed y si puedo llegar hasta el final, mira, si la campana suena y aún estoy de pie, voy a saber por primera vez en mi vida, que no era otro vago del vecindario.

La saga de Rocky (John G Advilsen; 1976) tiene elementos cuasi meta-referenciales que sirven como espejo entre lo narrado en la historia y lo acontecido en la vida real. De manera paralela, cuando pocos daban un peso por el éxito de Rocky como boxeador, así mismo pocos confiaban en el éxito de Rocky como película. Es conocida la resistencia que tenía el estudio a permitir que Sylvester Stallone protagonizara la película y se barajaron otros candidatos como James Caan, Burt Reynolds o Ryan O’neall. Sin embargo, su resistencia a vender el guion si finalmente no era él el actor principal, obligó a los ejecutivos del estudio a acceder y permitirle su primer rol protagónico. Nadie confiaba que Stallone pudiera sacar adelante su personaje y solamente su tenacidad fue la que le permitió encarnar al personaje que lo lanzó a la lista A de Hollywood.

Tradicionalmente se ha cuestionado la decisión de la Academia de otorgar el premio como mejor película a Rocky en 1977. Con competidores del calibre de Network (Sidney Lumet; 1976), Todos los hombres del Presidente (All the President's Men, Alan J. Pakula; 1976) y Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), argumentos no les faltan. Sin embargo, cuando se establece el espíritu de los tiempos, Rocky encarna el sueño americano como pocas películas lo han sabido hacer. Mientras las otras películas describen un mundo cínico y corrupto, Rocky muestra una luz de optimismo tan necesitada en aquella época de recesión económica y escándalos políticos.

De manera análoga, así como un boxeador con talento y suerte puede tener la oportunidad de su vida, un actor desempleado con una idea y talento, puede encontrar su oportunidad y cumplir su sueño. Un mensaje clave en la película original es que nunca se trató de ganar, sino de sobrevivir. Como lo expresa la canción 'going the distance' de Bill Conti, el objetivo más que triunfar es llegar hasta el final y probar de qué se está hecho.

En ese sentido, Stallone logró con creces demostrar su talento al ser nominado como mejor actor y mejor guionista, algo logrado solamente por Orson Welles y Charles Chaplin. En cuanto a las secuelas de Rocky, puede decirse que son hijas de su tiempo: unos ochenta de la era Reagan en donde el éxito era el único camino y en donde la Guerra Fría estaba en un punto álgido. Culmina la década con Rocky IV, en la que el personaje ahora millonario y sin oponentes en su país, se enfrenta en una batalla épica con un colosal adversario, mostrando habilidades casi sobre humanas tensando al máximo la suspensión de incredulidad. Si bien son cintas entretenidas, no alcanzan las cotas míticas de la original.

Con el descalabro crítico y financiero de Rocky V, era de esperar que el personaje quedaría enterrado. Sin embargo, ahí es donde entran los paralelos de Stallone con su personaje más emblemático (con permiso de John Rambo). Después de ser una de las máximas estrellas del cine de acción de los ochenta (junto con Schwarzenegger), tuvo un declive en los noventa, para estar en franca decadencia a inicios del nuevo milenio. En ese contexto, Stallone quiere dar final a la saga del Semental Italiano en sus propios términos. Escribe el guión de la cinta que propone titular Rocky Balboa y… debe enfrentarse 30 años después nuevamente a la resistencia del estudio. Consideran que Stallone ya está viejo para interpretar al boxeador y no auguran un éxito económico. De manera paralela, el argumento de Rocky Balboa versa sobre la desconfianza que se tiene sobre el boxeador dada su edad para enfrentar una pelea.

Nuevamente Stallone debe demostrar el potencial de la historia y su perseverancia logra iniciar la producción de la cinta con total control creativo: actor protagonista, guionista y director. Cuando se estrena Rocky Balboa sorprende gratamente a la crítica y es recibida afablemente por el público masivo: 70 millones en Estados Unidos y 155 millones de dólares a nivel mundial, hacen de esta película, un éxito modesto pero reivindicable teniendo en cuenta su reducido presupuesto (24 millones de dólares).

Sí como Rocky Balboa decide subirse al cuadrilátero una última vez para demostrar su talento a pesar de su edad, Stallone demuestra que aún puede hacer una cinta entretenida y con sustancia a pesar del escepticismo. Rocky no gana la pelea, pero nuevamente, nunca se trató de triunfar sino de llegar hasta el final. Stallone no arrasa en taquilla con esta cinta, pero demuestra que aún tiene combustible para entregar un producto de calidad.

Cuando se pensaba que ahora sí la historia de Rocky Balboa quedaba clausurada para siempre, un joven director, Ryan Coogler le presenta a Stallone una propuesta para hacer una cinta en la que Rocky Balboa comparte protagonismo con el hijo del mítico Apolo Creed, Adonis. Ahora es Stallone el que se muestra escéptico y da un sí definitivo, solamente hasta que ve la opera prima de Coogler, Fruitvale Station (2013) protagonizada por el talentoso Michael B. Jordan.

La cinta presenta a Adonis Creed (Michael B. Jordan) como el hijo no reconocido de Apolo, quien tiene una carrera estable en el mundo de las finanzas. Sin embargo, su genética le empuja al mundo del boxeo lo que le enfrenta a su madrastra. Al ver que en Los Ángeles no hay nadie que crea en él y le entrene, decide ir a Filadelfia y conocer al legendario Rocky Balboa para pedirle que sea su entrenador.

Con este punto de partida Coogler logra un interesante equilibrio entre el efecto nostalgia del primer Rocky y la introducción del nuevo protagonista, Adonis Creed. De manera sutil presenta hechos e imágenes que nos recuerdan a la cinta original y al mismo tiempo da un aire fresco en el que empatizamos con Adonis y su historia personal.

Por ejemplo, es encomiable la decisión de insinuar mas no presentar explícitamente la famosa banda sonora que contribuyó en gran parte a la mitología de la película, hasta el round final. Se constituye en toda una declaración de intenciones la de mostrar que Adonis debía luchar por ganarse el respeto y el derecho de suceder al legendario boxeador, así como Michael B. Jordan debía ganarse ser el heredero de Stallone para las muy probables secuelas de Creed.

Stallone fue nominado al Oscar por su rol y se mostraba con posibilidades reales de ganar el galardón. Era la gran (y probablemente última) oportunidad de lograr el Oscar al que estuvo nominado cuarenta años antes por el mismo personaje. Sin embargo, este fue a parar a manos de Mark Rylance por su papel en Puente de Espías (Bridge of Spies, Steven Spielberg; 2015). Una excelente actuación en la que complementó formidablemente al personaje interpretado por Tom Hanks.

Hubiera sido justo reconocer a Stallone por dar nuevos matices a un personaje que se originó hace cuatro décadas, aún con historias para contar y con el que logramos una singular empatía aún vigente.

Pero después de todo, el hecho de haber perdido es una suerte de justicia poética. El Rocky original nunca tuvo como objetivo ganar, sino demostrar que podía llegar hasta el final y encarnar el sueño americano. Ese elemento es lo que le hizo icónico y perdurable en el tiempo. Al perder, Stallone se emparejó aún más con el boxeador italoamericano y demostró que cuarenta años después, aún puede llegar hasta el final con bonhomía y tenacidad.

Probablemente en diez o veinte años pocos recordarán el nombre de Rudolf Abel, mientras que Rocky Balboa seguirá aún en el imaginario cinéfilo colectivo. Al perder, Stallone confirmó que la victoria no es el único camino a la posteridad; la gloria también reserva un espacio para aquellos ‘perdedores’ íntegros y valientes.